La vía aérea, mayoritariamente al respirar aire que contiene contaminantes como partículas, gases, vapores, etc. Por ejemplo, gases de escape de automóviles, polvo de la calle, los humos de las industrias o del tabaco, etc.
La vía digestiva, principalmente al ingerir alimentos que han incorporado sustancias químicas de forma accidental o voluntaria, o que se han formado en el transcurso de la vida del alimento. Por ejemplo, el mercurio en el caso del pescado o los hidrocarburos producidos por la combustión y en la cocina.