consecución de una sociedad equilibrada, en donde los argumentos que primen no sean los de una corriente, un gobierno o un caudillo que lidera monopólica mente la producción de ideas y controla correccionalmente las políticas públicas, sino aquellos más contundentes, equilibrados y fuertes. Gracias al debate, los puntos de vista pueden ser escuchados, pueden ser entendidos, defendidos y atacados. Llegando nada más y nada menos, a la “igualdad de armas” en la lucha intelectual y crítica. El equilibrio será pues, una consecuencia inevitable de la ponderación de argumentos y de la inclusión de los distintos sectores de la sociedad y por ende, una inclusión de diferentes perspectivas.