Para considerar una actividad como propia de la ciencia, existen dos criterios bastante generalizados: el formalista, que identifica la garantía de cientificidad con la formalización, especialmente con la formalización matemática, pero dejando de lado la formulación de problemas, la investigación del campo, la teorización, etc. El otro criterio es el metodologista, que relaciona la ciencia con el método científico, olvidando los supuestos, el marco teórico, los problemas y los fines de la actividad científica.(1)