Es lo real como in-asimilable. Es una excitación sin palabras, sin saber. Es un hecho sin dicho. El trauma supone siempre una contingencia, un encuentro imprevisto y azaroso. La excitación propia del trauma puede provenir "de fuera" o "de dentro" pero, para que sea trauma, tiene que ser un acontecimiento con una implicación subjetiva. Algo que concierne al sujeto. Una mezcla de real y subjetividad. Sin esa implicación (aunque no sea evidente) no hay trauma. Recordemos a la mujer de la Presentación de enfermos de ayer. Hace un par de meses, una tía materna le revela a la paciente que su padre intentó violarla. Esta revelación se la hace a la paciente y a su hermana (son dos hermanas que tienen un año de diferencia de edad), pero produce un efecto traumático sólo en una de ellas, en la paciente -y no así en la hermana-. Y eso no depende de la gravedad pretendidamente objetiva del hecho en sí. No es por ser grave que es traumático, es por ser traumático que es grave. Un trauma de algún modo siempre es un segundo momento.