Tangible de un modo inquietante, Pierre Anthon, de catorce años, acababa de nacer.Escuchando sus desmoralizadoras afirmaciones, que no podía rebatir, no me quedó otra opción que escribir a los compañeros de clase de Pierre Anthon, en un intento desesperado por demostrarle que estaba equivocado. Para convencerlo a él, pero más que nada a ellos mismos, de que en la vida sí hay cosas que importan. (Teller, 2010, p.81)