La arquitectura renacentista buscó siempre un efecto espacial, nunca visual. En un edificio del Renacimiento nunca se incluirán estímulos para el ojo, independientes y diferentes, que puedan dificultar la captación del conjunto del edificio. La bóveda, por ejemplo, tiene como decoración las mismas líneas estructurales que la forman, el círculo y los tirantes. Estos últimos, hechos a base de piedra más oscura, decoran la bóveda, a la vez que poseen una función más estructural. En un edificio renacentista, todo tenía que venir determinado por el elemento geométrico más riguroso. Lo importante en un edificio del Renacimiento era la estructura, o sea, aquello que ya estaba dibujado en planta.
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