Fromm expresa cómo la propaganda no critica o llama insignificante al espectador, sino que su objetivo es encontrar manera de adular su forma de ser, siempre inspirando que se puede ser más. Así, el ser humano sí se percibe como insignificante, pero no por eso inferior. De este modo se refuerza la necesidad de cosas materiales, que denoten riqueza, como elementos de pertenencia, evitando el aislamiento, y finalmente considerándose libres, con base en aquello que pueden adquirir y por moldear sus pensamientos a aquellos aceptables en el entorno. En cierto modo, es como si los seres humanos nos cegáramos intencionalmente, y de manera inconsciente esperáramos que alguien más se encargara de nuestra libertad, así ésta se vea coartada por completo.