El artista más importante en esta etapa fue el griego Domenico Theotocopuli que tras su formación en la península itálica acudió a la corte de Felipe II, al ser rechazado, se trasladó a Toledo, donde desarrolló la mayor parte de su obra. Las características de su pintura fueron: la utilización de figuras alargadas que simbolizaba espiritualidad, fuertes contrastes de luz que generaban zonas iluminadas y zonas en sombra, colores fuertes y fríos que creaban inquietud por los contrastes cromaticos, una pincelada suelta que otorgaba las figuras ingravidez y espiritualidad.