Los musulmanes que entraron en la península en el siglo XIII, se habían asentado en la costa levantina y en los valles del Guadalquivir y del Ebro. En los territorios del norte, protegidos por la cordillera cantábrica y los Pirineos, surgieron los primeros núcleos de resistencia, desde los que los cristianos lucharon por asegurar sus posiciones. Posteriormente, iniciaron una fase de expansión, principalmente en la zona occidental.