Carlos II, el último de los Austrias, reinó entre 1665 y 1700, aunque durante su minoría edad gobernó su madre como regente. A pesar de que se produjo cierta recuperación económica, Carlos destacó por su debilidad, su ineptitud para el gobierno y, sobre todo, por su incapacidad para engendrar un sucesor. Esta situación dio lugar a una gran inestabilidad política.