La semiótica discursiva, pragmática, había puesto al descubierto que el lenguaje, a demás de decir, «hace» muchas otras cosas: pedir, elogiar, amenazar, acoger, despreciar, etcétera. El discurso es, al mismo tiempo, un proceso de conocimiento, un proceso de codificación y de descodificación, un acto social, un útil del emisor y del receptor.