La religión, la lengua, las instituciones políticas, son otros tantos elementos del espíritu de una nación (de su cultura) se puede, entonces, suponer razonablemente que se vuelve a encontrar ahí la misma relación: la cultura es como una lengua que permite llegar a lo universal; una cultura no es ni mejor ni peor que otra: “Los diversos caracteres de las naciones son mezclas de virtudes y vicios, de cualidades buenas y malas”
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