Conclusión
La complejidad del positivismo como corriente filosófica e histórica misma ha implicado profundos cambios en relación al antiguo régimen y al período colonial, pero también ha profundizado el desarrollo eurocéntrico de la modernidad, acentuando el mito de la modernidad consistente en el absoluto desarrollo y el sacrificio justo al que se sometía a los pueblos pobres, indígenas y afros, a su vez, sumergidos en la creencia de redimirlos y de redimirse a sí mismos en esta visión ejecutada de orden y progreso que, por un lado, implicó el cambio de régimen, pasando del colonial al independentista-neocolonial o del virreinal al republicano, pero por este otro lado, significando la postergación de la corta, media y larga duración de las culturas indígenas, afros y mestizas críticas de América.
El positivismo cuestionará a las oligarquías conservadoras de corte colonial de América, a diferencia de Europa en la que supo cumplir una función conservadora en sintonía con la monarquía del antiguo régimen, pero analizándolo con mayor criticidad desde una perspectiva amplia y situada en nuestro continente y nuestra “realidad sangrante” y desde nuestro negativismo impuesto e ineludible, criticamos de esta manera el mito sacrificial de la modernidad consistente en redimirse redimiendo al otro de su propio atraso, a través de la muerte-asesinato de este otro. El verdadero progreso se alcanza construyendo con el otro y afrontando colectivamente
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