La movilización reclamaba que el gobierno militar, considerado ilegítimo, entregara el poder a la Corte Suprema de Justicia. Estas presiones se combinaron entonces con las críticas de aquellos militares contrarios a las reformas
laborales que se estaban impulsando. A principios de octubre de 1945, en un clima de tensión in
crescendo, Farrell, ante las presiones de los oficiales de Campo de Mayo, pidió la renuncia de
Perón, y ordenó su detención y posterior traslado a la isla Martín García.
Esa decisión activó y multiplicó la agitación en las fábricas: Perón era el garante de los derechos
conseguidos; su salida del gobierno, impulsada por sectores contrarios a esas reformas, ponía en
cuestión que esos derechos se mantuvieran. La CGT convocó un paro para el día 18 de octubre, no obstante el 17 de octubre decenas de miles de trabajadores, provenientes de los barrios
obreros de la ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires, marcharon desde temprano hacia
la Plaza de Mayo. La policía intentó levantar el Puente Alsina, para impedir el avance de los obreros
que venían desde el sur. Pero fue en vano. Las calles de Buenos Aires se poblaron de trabajadores
y trabajadoras y poco a poco la simbólica Plaza de Mayo quedó repleta por una multitud que clamaba por la libertad de Perón y por la defensa de los derechos ya conseguidos