Los alimentos en sí mismos ya contienen una cantidad de microorganismos que si no se conservan en unas determinadas condiciones de temperatura, pueden multiplicarse y contaminar el alimento.
Hay alimentos que por su composición son más “apetecibles” para los microorganismos, ya que tienen más nutrientes. Los huevos, la leche, la carne disponen de más nutrientes (proteínas, grasas, etc..) que otros como frutos secos. Estos últimos son menos “apetecibles”.