Este capítulo de Laudato afronta la pregunta sobre qué podemos y debemos hacer. Los análisis no bastan: se requieren propuestas de diálogo y de acción que involucren a cada uno de nosotros y a la política internacional y que nos ayuden a salir de la espiral de autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo.
Para el papa Francisco es imprescindible que la construcción de caminos concretos no se afronte de manera ideológica, superficial : hay discusiones sobre cuestiones relacionadas con el ambiente, donde es difícil alcanzar consensos. La Iglesia no pretende definir las cuestiones científicas ni sustituir a la política, pero invito a un debate honesto y transparente, para que las necesidades particulares o las ideologías no afecten al bien común.
Sobre esta base el papa Francisco no teme formular un juicio severo sobre las dinámicas internacionales recientes. Y se pregunta ¿por qué se quiere mantener hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo? necesitamos un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza global para toda la gama de los llamados bienes comunes globales, dado que la protección ambiental no puede asegurarse sólo sobre la base del cálculo financiero de costos y beneficios.
Aun en este capítulo, el papa Francisco insiste sobre el desarrollo de procesos decisionales honestos y transparentes, para poder discernir las políticas e iniciativas empresariales que conducen a un auténtico desarrollo integral.
Las Cumbres mundiales sobre el ambiente de los últimos años no respondieron a las expectativas porque, por falta de decisión política, no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos y eficaces.
En particular, el estudio del impacto ambiental de un nuevo proyecto requiere procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo, mientras la corrupción que esconde el verdadero impacto ambiental de un proyecto a cambio de favores suele llevar a acuerdos espurios que evitan informar y debatir ampliamente.