Existían historias que narraban un crimen, un robo u otro delito, pero aparece por primera vez el personaje del detective. El conflicto narrativo, ese desequilibrio inicial que todo relato ofrece, se presenta en estos cuentos como un caso a resolver: alguien ha cometido un delito –generalmente, un asesinato– y se ignora quién es el culpable. El caso, entonces, queda en manos de un investigador, un detective; la ciudad, con sus multitudes, será el escenario de los hechos. Además de los cuentos del norteamericano Poe, lo sucederán los escritores ingleses Arthur Conan Doyle (1859-1930), con la novela Un estudio en escarlata (1887) y las famosas Aventuras de Sherlock Holmes; Gilbert K. Chesterton (1874-1936), con los cuentos de la serie El candor del Padre Brown y Agatha Christie (1891-1976). Estos cuentos y novelas serán reconocidas como un tipo específico dentro del género: el policial de enigma.