El régimen de opinión sigue siendo la base de la legitimidad política, pero ya no se trata de la opinión de una minoría culta y racional, sino de las multitudes incultas y manipulables por los dirigentes políticos y las ideologías en su versión más superficial, los líderes políticos, a través de la agitación, utilizan determinados mecanismos psicológicos de propaganda (afirmación, repetición, contagio social, etc.) que les aseguran el apoyo unánime y acrítico de las masas.