Tomar decisiones es parte de nuestro día a día, básicamente todo lo que hacemos es decidir, todo el día, toda la vida: decidimos qué vamos a comer, qué vamos a vestir, a qué hora levantarnos buscando un balance entre dormir suficiente y tener tiempo para prepararnos para comenzar el día a tiempo.
Si todo son decisiones, se esperaría que fueran lo más objetivas posible para que sean las mejores, pues si nos dejáramos llevar por las emociones, preferiríamos dormir más que levantarnos al trabajo.
Pero no, por más ideal que sea, no podemos ser imparciales, nuestra toma de decisiones está atravesada por nuestra percepción todo el tiempo, decidimos levantarnos al trabajo porque percibimos que si no lo hacemos, seremos considerados incumplidos e irresponsables.