Los cancioneros y romanceros suscitaron gran interés entre los poetas cultos de los siglos XVI y XVII. Surgió así el Romancero nuevo, es decir, un conjunto de romances escrito por poetas cultos de estos siglos (Góngora, Quevedo, Cervantes, Lope de Vega, entre otros) que, movidos por la belleza de los romances viejos, utilizaron esta estrofa, enriqueciendo tanto los temas como los recursos formales. Dejan de ser anónimos y folclóricos. El interés por los romances llega hasta el siglo XX, y un vivo ejemplo es el Romancero gitano de Federico García Lorca.