El Espíritu Santo tiene el poder de santificarn os, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicar nos “la justicia de Dios por la fe en Jesucristo. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitadode entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; más su vida, es un vivir para Dios.