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El consumo como emoción Rasgos afectivos de la sociedad de consumo, Claro…
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Claro está que esta función de control social tiene sus ventajas. Las emociones se viven como la posibilidad de trascender la jerarquía y las normas momentáneamente, como un respiro en el control y la regulación, como el fin de semana necesario para reponer fuerza y poder trabajar el resto de la semana de sol a sol.
Las emociones, los sentimientos, las pasiones, los deseos, las sensaciones son sociales.
Emocionarse requiere una memoria que también es social, una negociación con los otros y con lo otro que por definición es social y una reflexión que nos permita decidir si se trata de la emoción adecuada o de una situación adecuada para sentirse emocionado.
Finalmente, es social porque pertenece al ámbito simbólico y adquiere significado en la interacción social y en las prácticas que mantienen, reproducen y cambian la sociedad y las relaciones de poder que la conforman.
Las emociones son prácticas discursivas que mantienen, reproducen y pueden cambiar las relaciones sociales en un momento histórico determinado.
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Las emociones son susceptibles de ser controladas: que la manera de expresarlas y experimentarlas genera una identidad diferenciada de los otros y ello nos proporciona el carácter de individuos autónomos; que dejan marcas en la memoria; que es algo que se tiene que sacar fuera porque dentro se pudre y nos provoca enfermedades emocionales; y que parece que hay ciertos patrones sociales, o al menos familiares, que regulan su expresión.
Ser una persona civilizada implica un complejo control de las diferentes situaciones para poder discernir cuando se tienen que expresar o reprimir determinadas emociones y por qué las mismas emociones son bienvenidas en un caso y mal vistas en otro.
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Nos alienta a mostrar las emociones para que seamos más naturales, más verdaderos y no falsos como lo social, connotando así negativamente lo que aprendemos socialmente, que es considerado como un conjunto de máscaras que ocultan una supuesta naturaleza verdadera.
Se supone que las necesitamos para ser civilizados y personas que se comporten en sociedad; de no ser así, nuestra naturaleza nos llevara a ser salvajemente naturales.
La demanda de controlar las emociones es, pues, necesaria para el mantenimiento de la subjetividad en formato individuo tal y como la tenemos montada en este momento.
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Tiene que ser alguien que sienta que lo que desea es su ley, que nada puede interponerse entre él o ella y sus deseos. Pero el deseo no surge de nuestro fondo más animal, sino todo lo contrario, surge de nuestro lado más social.
El individuo se siente vivo, pleno y feliz en el consumo porque este es la emoción.
Con espléndidos obsequios de consumo, con emociones compradas a tal efecto para inculcar emociones apropiadas a tal otro.
Sino que consumir es sentir y expresar una emoción, la poderosa emoción de la posesión Poseer es poder, y es sentir que uno es algo.
Consumir es adquirir para poder ser, para ser individuo, para tener identidad propia.
No es anecdótico que se critique nuestra sociedad por materialista, que se afirme que valoramos a la gente por lo que posee y no por lo que es, puesto que resulta que ya no podemos saber que somos si no es a través de nuestras posesiones