Resulta interesante el comprender los distintos trastornos, cómo se desarrollan durante la infancia, las consecuencias posteriores que generan, así como su manera de abordarlos en la psicoterapia (con sus precauciones). Si bien muchos de estos trastornos están interrelacionados, en la lectura (de Díaz-Benjumea, 2014) se mencionaba algo sobre que hay algo de neurosis en el limítrofe y viceversa. Ahora bien, por medio de los mecanismos de defensa –primarios y secundarios– podemos comprender cómo se afrontan las situaciones que generan angustia, sea ya desde una madurez o desde una inmadurez que se representa al perder las distinciones entre el self y el mundo. De esta forma la infancia y las propias defensas modeladas de los padres cobran sentido: influyen en cómo se reacciona ante circunstancias que puedan amenazar al self. Si bien muchos de estos mecanismos son benignos o comunes en todas las personas, se puede considerar como patológico cuando éstos obstruyen en la adaptación y desarrollo pleno. En otras palabras, ésto se puede sintomatizar conforme pase el ciclo de la vida, manifestándose en las distintas patologías mencionadas en el esquema y que incluso puedan ser reforzadas por los mecanismos de defensa. Esto, en consecuencia, provoca malestar observado de distintas maneras, como por ejemplo la ansiedad en la Neurosis y la alteración de la percepción en la Psicosis.