El conocimiento religioso ante todo es dogmático: se acepta o no, pero carece de argumentos lógicos demostrables, sino que se sustenta en la fe, propone, de distintas maneras, que los seres humanos somos fruto de la creación divina y que por ende debemos rendir culto al creador.
En consecuencia, impone ciertos preceptos morales y éticos, expresados a modo de una doctrina, esta puede o no ser custodiada e impartida por una iglesia: una organización social que tiene como fin perpetuar una fe específica.
Por otro lado, el conocimiento religioso se pone en práctica mediante rituales y rezos, generalmente basados en la repetición y en la forja de lazos comunitarios entre los creyentes, por lo que también sirve como punto de encuentro social y de constitución de un “nosotros” organizado.
De hecho, muchas guerras se libraron en la antigüedad por imponer una fe sobre otra.
Los saberes religiosos son incuestionables y se rigen por una lógica propia, que generalmente distingue entre el bien y el mal, o entre lo justo y lo pecaminoso, dependiendo de los valores que se expresen detrás de cada religión.
Por ejemplo, el cristianismo es una doctrina de la culpa, mientras que la religión de la antigua Grecia se basaba en el honor y el equilibrio.
Finalmente el conocimiento religioso se suele recoger en libros sagrados que pueden ser uno solo o distintos tomos y que suelen mezclar la narración con las ordenanzas, con los rezos y con el recuento histórico-religioso, la Biblia, el Corán o el Talmud son ejemplos de ello.