Entre 1877 y 1900, México alcanzó el progreso gracias a la construcción de más de 15 000 km de líneas férreas y de ampliación del telégrafo tuvo un flujo permanente de inversiones y un gasto presupuestal creciente en el sector público. La aplicación de las tesis positivistas y evolucionistas para legitimar la política económica integral como la reforma monetaria de 1905, fue evidente, por ejemplo, al usar el patrón oro, cuando se estaba despreciando la plata en el mercado internacional, lo que buscaba darle mayor estabilidad a la circulación monetaria y favorecer la dilatación del mercado interno.
Aunque México no adoptó el positivismo tal cual, si tuvo en el algunas de sus más importantes aspiraciones. Se propuso el conocimiento como base del orden social, el estado laico, la educación científica y la educación del individuo con saberes prácticos, dispuesto a emplearlos en beneficio al país.