Las 200 acusaciones particulares presentadas por estafa contra el ex banquero Fernando Aspiazu corrieron distinta suerte en los juzgados penales de Pichincha. Un total de 137 acusaciones habrían sido desechadas por los jueces, ante la falta de requisitos determinados en el Código de Procedimiento Penal, o por no ser completadas en las 72 horas que señala la Ley. Galo Monteverde, presidente del Comité de Acreedores del Banco del Progreso, informó que 50 pedidos de juicio se aceptaron de parte de los administradores de justicia. Dijo que al momento los perjudicados del Progreso analizan la actuación de sus patrocinadores legales, y si hubieran errores se buscarán otros (abogados) . En tanto, el juez décimo tercero de lo penal, Antonio Guerrero se inhibió de tramitar las 13 acusaciones que llegaron hasta su despacho. Los pedidos se entregaron ayer a los juzgados penales primero, segundo, tercero, cuarto quinto, séptimo, octavo, noveno, décimo, décimo segundo, décimo cuarto, décimo quinto y décimo octavo de Pichincha. Guerrero está prohibido legalmente de actuar en los juicios que se presenten contra Aspiazu, en razón de que el ex banquero le inició un juicio de prevaricato en la Corte de Justicia de Quito.
Aspiazu cumplió una pena de 7 años y 5 meses por el delito de peculado. Se le aplicó la pena mayor que era de 9 años y se benefició con las rebajas que establecían las leyes. Cuando salió en libertad, en diciembre del 2006, su abogado Francisco Ycaza Navas explicó que se presentaron 200 denuncias en su contra, de las cuales 185 fueron desechadas. De las 15 restantes se acumularon 10 que se encontraban ya ejecutoriadas.
En junio del 2009 la Unidad de Gestión y Ejecución de Derecho Público (Ugedep) presentó una demanda contra Aspiazu para que pagara USD 888,6 millones. Pero como no lo hizo fue declarado insolvente por un juez civil en el 2012.
Los últimos escritos del proceso, hasta el 2017, señalan que “queda en interdicción”, es decir que un síndico de quiebras se haría cargo de sus bienes.
Henry Raad menciona que Aspiazu apostaba a las empresas que quería comprar porque tenía liquidez. “Tenía esa prepotencia de comprarlo todo; pero lo pagó con creces. No digo que sea inocente, quebró y perdió todo por la codicia”. A diferencia de otros banqueros enfrentó a la Justicia. Raad era gerente de El Telégrafo cuando en 1996 el exbanquero compró el diario al grupo Antón.
En los últimos años, Aspiazu era un asiduo comprador en un comisariato cerca de su domicilio en un barrio del sur. Pero hace cuatro meses ya no va, los taxistas recuerdan que le hacían la carrera, caminaba lento, hablaba poco y el 10 de enero pasado cumplió 84 años.