El rey de Inglaterra, en vez de correr, dice que esta es su oportunidad de honrar a Dios y pedirle perdón por sus pecados al luchar por él. Se lanza al mar con su caballo y en vez de morir es salvado por Dios. Su soldados y los otros reyes, viendo su sobrevivencia, se lanzan al mar con él. Con esta acción, asustan a los moros y causan que huyan, dejando que los cristianos lleguen a tierra y salgan victoriosos. El ermitaño reconoce que el rey sirvió a Dios, por lo que ya no tiene problemas con ser su compañero.