La hiper-vigilancia hacia los demás y sus supuestas opiniones y pensamientos, tiene un efecto directo sobre nosotros, pues induce a un constante análisis defensivo, alterando incluso nuestra forma de actuar para que sea “adecuada” a lo que creemos que se espera de nosotros y así evitar un comentario negativo. Este funcionamiento “retroalimenta” nuestros temores y favorece que situaciones normales sean interpretadas como amenazantes; circunstancia que provoca un cambio en nuestro comportamiento y que, paradójicamente, genera una respuesta en los demás, que confirma, erróneamente, la hipótesis de que se tiene una mala opinión de nosotros.