Cuando se dirige caminando de Jerusalén a Jericó, se dirige por alguna razón, para cumplir un determinado propósito, pero, cuando ve a medio camino a una persona necesitada, pone en un segundo plano sus obligaciones personales y se ofrece a ayudar al otro. Podía pasar de largo, hacerse el despistado y no dejarse interpelar por aquella mirada que suplica ayuda.