La calidad de la relación entre el médico y su paciente es importante para ambas partes. Cuanto mejor sea la relación en términos de respeto mutuo, conocimiento, confianza, valores compartidos y perspectivas sobre las enfermedades y la vida, y el tiempo disponible, mejor será la cantidad y calidad de la información sobre la enfermedad del paciente que se intercambiará en ambas direcciones, mejorando la precisión del diagnóstico y aumentando el conocimiento del paciente sobre la enfermedad o dolencia. En aquellas circunstancias en que la relación es pobre, se compromete la habilidad del médico para realizar una evaluación completa del paciente y es más probable que el paciente desconfíe del diagnóstico y del tratamiento propuesto, disminuyendo las posibilidades de cumplir con el consejo médico. En estas circunstancias y en aquellos casos en que existe una genuina diferencia de opiniones médicas, se puede llegar a conseguir una segunda opinión de otro médico o el paciente puede decidir directamente cambiar de médico.
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El médico puede ser visto como alguien superior al paciente, ya que el médico tiene el conocimiento y los títulos. La relación médico-paciente también se complica por el sufrimiento del paciente (paciente posee sus raíces en la palabra en Latín patior, "sufriente") y su limitada capacidad para poder aliviarlo por sí mismo, potencialmente dando lugar a un estado de desesperación y dependencia del médico.
Un médico debe por lo menos estar al tanto de estas diferencias de forma para establecer una conexión y optimizar la comunicación con el paciente.
Beneficiar o complacer
Se puede plantear un dilema en aquellas situaciones en las que por una variedad de razones, lo que constituye el tratamiento más eficiente (o el evitar un tratamiento) no coincide con lo que desea el paciente. En estos casos, el médico debe elegir entre la salud del paciente u otros beneficios materiales, y la relación médico-paciente u otro aspecto psicológico o emocional sobre el otro.
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