Hefesto nació deforme, sin la característica belleza que adornaba al resto de las divinidades. Hera arrojó al niño desde lo alto del Olimpo. El pequeño Hefesto cayó durante varios días hasta que impactó contra la superficie del mar, el joven Hefesto aprendió las técnicas de la artesanía, arte en el que se convirtió en el maestro absoluto. La caída, por tanto, no produjo la muerte al pequeño dios, pero sí dejó en él una secuela de por vida: una característica cojera que le impedía caminar con normalidad y que afeaba aún más su aspecto.