En el año 1979, en España, la familia Pereira comenzó a notar rostros de aspecto humanoide en los muros de su casa; como si esto fuera poco, del mismo modo en el que aparecían, desaparecían, sin motivo aparente. María Gómez, una de las dueñas de la vivienda, contó más tarde que al mostrarle la primera imagen a su marido éste decidió destruirla con un pico, aunque al poco tiempo reapareció.
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