En Potosí y en Sucre solo quedaron vivos los fantasmas de la riqueza muerta. En Chancaca, otra tragedia boliviana, los capitales anglos chilenos agotaron, durante el siglo pasado, vetas de plata más de dos metros de ancho, con una altísima ley; ahora sólo restan las ruinas humeantes de polvo.
Los capitales no se acumulaban, sino que se derrochaban. Se practicaba el viejo dicho: Padre Mercader, Hijo caballero, nieto pordiosero.