Durante el siglo XVIII existía un monogenismo, que establecía a Adán y Eva como antepasados comunes a todos los hombres, y en un ecologismo que explicaba las variaciones humanas; las razas, por tanto, eran producto de las influencias del entorno (Casas, M. 1999). Esta teoría era complementada por la perfectibilidad, la cual plantea la capacidad de los hombres de mejorar o ser perfeccionados. (Casas, M. 1999).
Monogenismo: Doctrina antropológica según la cual todas las razas humanas descienden de un tipo primitivo único, en contraposición al poligenismo. (Oxford, s.f)