Al elevar progresivamente la temperatura de un líquido, sus partículas adquieren mayor energía y se mueven cada vez más rápido. Entonces, terminan por vencer el peso que, debido a la presión atmosférica, soportan. Así, en el interior del líquido se forman burbujas que, a medida que suben a la superficie, se hacen más grandes hasta romperse y escapar a la atmósfera: en ese momento, el líquido hierve.
Durante la ebullición, la energía se utiliza para que el líquido cambie de estructura, pero su temperatura se mantiene constante en la temperatura de ebullición.