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¿Y la democracia?
Video-elecciones
La influencia de la televisión es decisiva: 4 de cada 5 americanos votan en función de lo que aprenden ante la pantalla.
En la pantalla vemos a personas y no programas de partido, creando personalización de las elecciones.
Las elecciones se vuelven similares a una carrera de caballos, donde el espectáculo es lo esencial y la información es un residuo.
La video-política tiende a destruir el partido de masas que ha dominado casi durante un siglo, con nuevos partidos débiles pero con un fuerte apoyo televisivo.
Video-política
Los políticos cada vez tienen menos relación con acontecimientos genuinos y cada vez se relacionan más con acontecimientos mediáticos.
Atribuye un peso (a menudo aplastante) a quien no tiene conocimientos suficientes sobre política. Ésto representa un pésimo servicio de democracia como gobierno de opinión.
La televisión favorece (voluntaria o involuntariamente) la emotivización de la política, con historias lacrimógenas y sucesos conmovedores.
La cultura escrita no alcanza este grado de agitación: la palabra produce siempre menos conmoción que la imagen.
La racionalidad del homo sapiens está retrocediendo, y la política emotivizada agrava los problemas sin proporcionar ninguna solución.
Aldea global
La cámara de televisión no llega a la mitad del mundo, lo que significa que existe un mundo oscurecido y que la televisión incluso consigue que nos olvidemos de él.
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La televisión fragmenta al mundo en aldeas, reduciéndolo.
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El demos debilitado
La democracia representativa ya no nos satisface, por lo que exigimos más democracia.
A cada incremento de demo-poder debería corresponderle un incremento de demo-saber. De otro modo la democracia se convierte en un sistema de gobierno en el que los más incompetentes son los que deciden. Es decir, un sistema de gobierno suicida.
Desde hace un siglo estamos preguntándonos cuál es la causa del alto grado de desinterés y de ignorancia del ciudadano medio.
Podrían ser la pobreza y analfabetismo, aunque su reducción no ha mejorado mucho la situación.
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Regnum hominis y hombres bestias
Ya no tenemos un hombre que reina gracias a la tecnología inventada por él, sino más bien un hombre sometido a la tecnología, dominado por sus máquinas. El inventor ha sido aplastado por sus inventos.
En la edad digital, nuestro quehacer se reduce a pulsar botones de un teclado. Así vivimos encerrados sin ningún contacto auténtico con la realidad, con el mundo real.
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El hombre del postpensamiento, incapaz de una reflexión abstracta y analítica, que cada vez balbucea más ante la demostración lógica y la deducción racional pero a la vez fortaleciendo el sentido del ver (hombre ocular) y el fantasear (mundos virtuales).
La política video-plasmada
En el pasado, la política era distinta: No existían los sondeos y el representante era enormemente independiente de sus electores (político gentilhombre).
Actualmente cuanto más vota el elector al símbolo, ideología o partido, más dependen los candidatos de su partido para ser elegidos. Así fue como los representantes se volvieron partido-dependientes, al menos en los grandes partidos de masas.
Al final toda la política se resuelve en política local. La video-política tiende a reforzar el localismo.
La competencia no es un remedio
Según la teoría de la competencia, el consumidor debería castigar la deficiente producción de noticias, pero no sucede así.
La competencia en las cadenas de televisión es pésima: 8 de cada 10 noticias son las mismas en todas las cadenas.
En conclusión, la competencia entre los medios de comunicación no produce beneficios concurrentes, sino más bien un deterioro de los productos.
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