Las colecciones de exempla se perfeccionaron. Por ejemplo, se adoptó un orden alfabético para clasificar el material narrativo, como en el Liber exemplorum ad usum praedicantium de 1275 obra de Robert de Malmesbury, un franciscano inglés. Con este sistema, el predicador solo se remitía a la rúbrica correspondiente al tema que quería desarrollar en su sermón (la pereza, la gula, la limosna,etc.) y seleccionar aquel o aquellos relatos de los que se valdría para ejemplificar su propósito.
Otra innovación la introduce hacia 1310 el dominico Amoldo de Lieja al ocurrírsele añadir, después de cada exemplum, una simple frase: Hoc eciam valet ad ( «esto también vale para...» ), elaborando así un sistema de reenvíos internos sumamente eficaz para la consulta de su Alphabetum narrationum. De este modo pone en evidencia que un mismo relato, de una u otra forma, puede interpretarse de distintas maneras.